Resumen de la Conferencia de D. Enrique Villanueva: “Autonomía del paciente versus autonomía del médico”.

(Curso de Expertos en Ética Médica, 14 de enero de 2016)
La relación médico-paciente debe estar presidida por la ciencia, pero mucho más por la compasión y el amor al paciente.
Al tratar de identificar los rasgos peculiares de la medicina actual, hemos de preguntarnos primero de qué medicina estamos hablando; se trata de una Medicina de alto coste y que abusa de la tecnología, que incurre en con frecuencia en la obstinación terapéutica, muy burocratizada, con una mala distribución de los recursos; que engendra médicos capaces pero deshumanizados, ambiciosos y arrogantes. Todos esos elementos desembocan en un deterioro de la relación médico paciente, una medicina, a la postre, defensiva, que trata en muchos casos de precaverse contra las denuncias por mala praxis.
Se hace por tanto necesario, reivindicar el “rostro humano” de la medicina. Redescubrir las raíces de este noble saber del que decía Pellegrino que es “la más humana de las artes, la más artística de las ciencias y la más científica de las humanidades”.
Las relaciones médico-paciente a lo largo de la historia han estado guiadas por distintos paradigmas
- Paternalismo. La relación entre ambos siempre será, en cierto modo, asimétrica (enfermo), regida por el principio de beneficencia.
- Autonomismo. Paradigma: decisión tras información. El paciente, sin dejar del todo de serlo, es ya un paciente “ilustrado”, aunque con frecuencia “mal ilustrado”. En este contexto el peligro es que la relación médico-paciente se deteriore y desemboque en una judicialización de la medicina. La relación médico-paciente se asemeja cada vez más a la que configura un contrato de prestación de servicios: el paciente pasa a ser un usuario de servicios médicos, pero se olvida que la medicina es una ciencia falible. No desaparece aquí, con todo, el paternalismo, pues en este paradigma el médico se convierte en garante, especialmente en esas circunstancias en que se haga preciso acudir al consentimiento por representación, porque el paciente no está en condiciones de decidir por sí mismo. Para Dr. Villanueva, en este caso, el paradigma debería ser el de beneficencia. Más que la opinión de la familia (donde tantas veces es difícil encontrar unanimidad e imparcialidad), el médico es quien puede velar por el paciente de modo más desinteresado e informado. Ahora, aunque se aboga por pasar toda la responsabilidad al paciente, hay paradójicamente, un deseo y una tendencia, es volver al principio de beneficencia. El 70% de las denuncias contra médicos tienen como base la falta o la cumplimentación deficiente del consentimiento informado.
- Autonomismo excluyente: los tradicionales principios de autonomía, beneficencia y justicia, son sustituidas por un autonomismo radical del paciente: el único deber que tiene el médico es el de proporcionar un diagnóstico y limitarse en lo demás a los deseos del paciencia. Es una medicina “satisfactiva”, con ella, señaló el Dr. Villanueva, enterramos el principio de beneficencia y, con él, la misma medicina.
Buena muestra de esos cambios de paradigma en la relación médico paciente es la evolución de la legislación española sobre el consentimiento para tomar decisiones sobre la propia salud y el propio cuerpo. Desde el Código penal de 1963, en que el consentimiento era irrelevante a las altas cotas de libertad y autonomía, que consagró la Ley General de Sanidad de 1986 y que ratifica la ley 41/2002 de autonomía del paciente, aunque no llegue a la disposición irrestricta del propio cuerpo y de la propia vida.

El acto médico, en opinión del Prof. Villanueva, es siempre bilateral y sinalagmático. En este sentido, son muy clarividentes las palabras de Laín Entralgo: “el médico es un posibilitador de esperanzas”. En el nuevo paradigma, guiado por el principio de autonomía excluyente, el deber de cuidar no existe, ese deber viene condicionado a que el paciente lo pida.
Los pacientes, según el Prof. Villanueva, deben ser tratados como una “minoría” a la que corresponden una serie de derechos fundamentales: Cuidados médicos, sin ninguna discriminación; derecho a la Información sobre su estado de salud; respeto a libertad y convicciones; respeto a su dignidad e intimidad.
Los enfermos son reconocidos como “minoría”, pero los médicos deberían reconocidos también como tales, enfatizó el Dr. Villanueva, y tener garantizados una serie de derechos específicos fundamentales: la libertad de método y de prescripción y la objeción de conciencia. Los médicos son una minoría que precisa de una protección legal. En la época de los derechos, los médicos también deben gozar de un catálogo de derechos.
Como conclusión de su intervención, alertó de los peligros que acechan a la libertad de prescripción del médico y de método; de una parte, las graves limitaciones al mismo impuestas de la Ley del Medicamento, en su artículo 2.4: “La prescripción y dispensación de medicamentos y productos sanitarios deberá realizarse de acuerdo con los criterios básicos de uso racional que se establecen en esta Ley”. Por otra, las restricciones impuestas por fichas técnicas y protocolos que atan de pies y manos a los médicos