Conferencia del Prof. Tomás Melendo: «Antropología y ética»
La sesión del pasado jueves, 20 de octubre, dirigida por el Prof. Melendo, tuvo como “hilo conductor” el concepto de dignidad humana. Analizó las propiedades fundamentales de la persona, enraizadas en ese atributo de la dignidad. Mejor que el término “dignidad” (bastante “baqueteado” por el uso un tanto ambiguo con que aparece en textos legales y filosóficos), Melendo prefiere hablar de sublimidad, eminencia, grandeza del ser humano.
En la conceptualización del concepto «persona humana», la antropología distingue tres «momentos»:
- El hombre, superior a toda realidad material (diversas “categorías” de seres humanos)
- El hombre como persona (¡todos de valor absoluto o infinito!)
- Persona humana femenina: mujer; y persona humana masculina: varón (distintos y complementarios)
Los términos “homo” y “ánthropos” son insuficientes para designar la identidad esencial del ser humano. Para el Prof. Melendo lo más propio y original del ser humano es que es un “ser-que-responde”, capaz de responder a una situación de modo congruente con lo que la realidad “pide”. Capaz de emplear su conocimiento, en aquellas realidades que “merecen” ser conocidas, de promover el bien y de apreciar la belleza.
Al abordar el concepto “persona”, expuso, en primer lugar, la distinción entre hombre y persona, diferenciando entre «lo designado» y «lo connotado» con cada término.
“Persona” significa directamente un modo de ser, pero no indica tanto un modo de ser sino un rango superior. En ese sentido, se puede afirmar que persona es el nombre de la dignidad «Persona est nomen dignitatis».
La superioridad del ser humano respecto al resto de los seres se manifiesta mediante dos atributos fundamentales:
- Superioridad en el ser (valor-valía) o dignidad
- Superioridad en la singularidad = Singularidad extrema.
La primera alude a su bondad constitutiva, a su valor-valía, categoría, grandeza, sublimidad. La segunda a que esa singularidad hace de cada persona alguien único e irrepetible, insustituible e incomparable.
Situándose ya en el ámbito de los fines del obrar humano (del obrar “ético”), trajo a colación una conocida afirmación de E. Kant, a propósito de la distinción entre “valor” y “precio”: “En el reino de los fines todo tiene o un “precio” o una “dignidad”. Aquello que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente; en cambio, lo que se halla por encima de todo precio y, por tanto, no admite nada equivalente, eso tiene una dignidad”
Cuando se habla de que todos los seres humanos son iguales en su dignidad, hay que evitar la comparación entre personas porque las comparaciones son siempre lesivas, pues pueden implicar la negación de la singularidad. Melendo recordó las célebres palabras de Unamuno: “No te creas más, ni menos, ni igual que otro cualquiera, que no somos los hombres cantidades. Cada cual es único e insustituible; en serlo a conciencia pon todo tu empeño”. En ese sentido, concluyó, cabe afirmar que cada uno “debe compararse con su mejor versión”, con aquello que está llamado a ser.