La Soledad influye en un desmejoramiento funcional y cognitivo de quienes la padecen

Por: María Sofía Bertrán | Fuente: Centro de Bioética, Persona y Familia  (enero 2017).

Por María Sofía Bertrán

“Epidemia de soledad” fue el tema tratado por un artículo del diario The New York Times. El texto publicado en septiembre de 2016 señala que ella influye en un desmejoramiento funcional y cognitivo de quienes la padecen como así también en diversas enfermedades y que, incluso, la soledad resulta ser un mejor predictor que la obesidad para detectar la mortalidad temprana.

¿Qué se entiende por “soledad”?

El neurocientífico John Cacioppo, quien ha invertido gran parte de su carrera trabajando sobre la cuestión de la soledad, la definió como el “aislamiento social percibido”. De modo similar el investigador Masi, junto a sus colaboradores (siguiendo a Russell y sus colaboradores, en un trabajo de 1980), la definieron como la “discrepancia entre lo deseado por la persona respecto de sus relaciones sociales presentes”. Este último equipo investigador señaló que existe una diferencia entre la soledad y el aislamiento social a pesar de que ambos fenómenos podrían manifestarse juntos: mientras que el aislamiento social refleja una medida objetiva de interacciones y relaciones sociales, la soledad refleja el aislamiento social “percibido” o la marginación percibida.

Peplau y Perlman en 1982, y Wheeler y sus colaboradores, al año siguiente, aportaron y sostuvieron que la soledad se encuentra más asociada a la calidad que al número de relaciones sociales.

Efectos de la soledad en la salud de las personas

¿Cuáles son los riesgos concretos que plantearía la soledad a la salud? Valtorta y su equipo publicaron un reporte y análisis detallado en la revista Heart, donde afirman que las relaciones sociales pobres o débiles se asocian a un 29% de incremento de riesgo de sufrir enfermedades coronarias y a un 32% de incremento de posibilidades de sufrir un derrame cerebral.

En el mismo sentido, Holt-Lunstad y su equipo, en marzo de 2015, sostuvieron y fundamentaron en Perspectives on Psychological Science dos afirmaciones:

1- Las estadísticas exponen que la muerte temprana se incrementa en un 26% en personas que atraviesan soledad, un 29% en personas que atraviesan aislamiento social y en un 32% para quienes viven solos. Esto significa que la soledad aumenta el riesgo de mortalidad temprana, tal como se enunció al comienzo del boletín.

2-El aumento del riesgo de mortalidad debido a la ausencia de relaciones sociales (sea que se manifieste esta ausencia en soledad, aislamiento social, o viviendo uno solo) es mayor que el riesgo proporcionado por la obesidad.

Personas con mayor vulnerabilidad

Aunque la soledad plantea estos riesgos para la salud de todos, hay un sector de la población que es particularmente susceptible a ellos: los adultos mayores.

En mayo de 2015, los Dres. Gerst-Emerson y Jayawardhana publicaron un artículo en el American Journal of Public Health titulado “La soledad: un asunto de salud pública que afecta desproporcionadamente a adultos mayores”, en el que reportaron que una considerable cantidad de adultos mayores de 60 años en Estados Unidos manifiestan soledad. Los estudios también muestran que la soledad crónica contribuye al comienzo de enfermedades y a una mayor utilización del sistema de salud. Y así como encontraron una conexión entre la soledad y la utilización del sistema de salud, también postularon una razón importante, entre otras, para explicar el fenómeno: los adultos mayores también aprovechan el sistema de salud para satisfacer su necesidad de interacción y estimulación interpersonal. Entre los argumentos que ofrecieron para fundamentar esta afirmación, los autores presentaron los resultados de una encuesta llevada adelante por la Campaign to End Loneliness tres cuartas partes de los médicos de familia encuestados estimaron que entre uno y cinco pacientes al día visitaban su consultorio principalmente porque estaban solos. La misma organización estimó que uno de cada diez pacientes que visitaban a sus médicos de familia en el Reino Unido no estaban allí debido a una necesidad médica, sino porque estaban solos.

Algunas estrategias a adoptar frente al desafío de la soledad

En otro artículo publicado en julio de 2016 en la revista Heart, Holt-Lunstad y Smith propusieron una serie de estrategias que podrían seguirse, tanto a nivel clínico como poblacional, para mejorar la capacidad médica de reacción frente a la epidemia de soledad que se vive.

A nivel clínico, recomendaron para la formación de los profesionales de la salud la inclusión de ejemplos de casos clínicos y libros de texto que integren tanto la discusión acerca de los factores sociales (a partir de las circunstancias de vida de cada caso) relevantes para el desarrollo de la enfermedad, la progresión y la respuesta al tratamiento de cada paciente, así como instrucción explícita sobre cómo estos profesionales pueden hacerles referencias efectivas a servicios de salud mental y apoyo social. También sugirieron a los hospitales, sanatorios, centros de salud, llevar un registro electrónico (de historias clínicas de sus pacientes) que incluya las respectivas evaluaciones respecto de la integración social y/o la soledad en cada uno, de manera que se facilite la individualización de sujetos en riesgo.

A nivel poblacional, recomendaron que las principales organizaciones de salud, como la American Heart Association  en Estados Unidos, incluyan (siguiendo en esto el liderazgo de la OMS) a la cantidad y calidad de conexiones sociales de las personas en las listas de principales factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares; y que el Gobierno y las organizaciones profesionales de la salud  realicen recomendaciones acerca de la necesidad de cultivar relaciones sociales de calidad tanto a la sociedad toda como a los específicos grupos de riesgo.

En el citado artículo de The New York Times se menciona la existencia de recursos disponibles para enfrentar a la soledad, al menos en Reino Unido. Es interesante ver sus funcionamientos. Se cita expresamente el ejemplo de The Silver Line, una organización que se define a sí misma como “línea libre y gratuita que provee información, amistad y consejos a personas mayores las 24horas del día y los 365 días del año”. En Estados Unidos también existe el Institute on Aging, una organización sin fines de lucro instalada en San Francisco que provee la “Linea de la Amistad”. Sus servicios son similares a los de The Silver Line. La famosa Oprah, por su parte, también lanzó una campaña a comienzos de 2014 llamada “Just say Hello”, para concientizar acerca de los riesgos que implica para la salud el estado de soledad.

Preguntas a responder como sociedad

Dada la creciente conciencia que vamos teniendo acerca de los efectos psicológicos y también físicos que la soledad puede tener (sobre todo a medida que envejecemos) nacen desde el ámbito científico preguntas a responder como sociedad y otras preguntas a responder desde el nivel gubernamental: ¿Tenemos alguna obligación que cumplir para que los demás no experimenten soledad? En la medida en que la soledad pueda ser combatida reduciendo el aislamiento social de la persona, ¿Tenemos algún deber de asegurar que los demás no permanezcan socialmente aislados? ¿Cuál es el alcance de tal obligación, si existe? ¿De quién es el aislamiento social de quien somos responsables de combatir? ¿Sólo de aquellos a quienes conocemos?

Y suponiendo que la soledad deba ser tratada como una cuestión de salud pública –y de hecho como una epidemia, como recientemente han insistido los investigadores- ¿qué papel deberían jugar los gobiernos nacionales y estatales para frenarla?

Con respecto a este último planteo puede observarse que la Administración para el Envejecimiento (AoA en inglés), una agencia dentro Departamento de Salud en Estados Unidos (HHS en inglés), está designada para cumplir con las disposiciones de la Ley de 1965 promoviendo el bienestar de las personas mayores, proporcionando servicios y programas diseñados para ayudarles a vivir independientemente en sus hogares y comunidades, y faculta al gobierno federal para distribuir fondos a los estados para servicios de apoyo a personas mayores de edad. Así, podría ser que caiga en la citada agencia de dicho país el determinar cómo canalizar mejor allí estas investigaciones acerca de los efectos de la soledad en la salud, en estrategias para cubrir las necesidades de los americanos por el envejecimiento.

Reflexión final

Sin lugar a dudas, los resultados de las investigaciones presentadas reflejan las consecuencias de un fenómeno que se percibe sin dificultad, sobre el que insiste el Papa Francisco, al igual que otros referentes de nuestro tiempo: la indiferencia por el otro y el debilitamiento de los vínculos, que destruyen el tejido social, destruyen la paz, y terminan destruyendo a las mismas vidas humanas. Si bien la soledad no siempre es fruto de la indiferencia por el otro, es una realidad que la indiferencia por el otro contribuye a expandir la epidemia de la soledad.

Se ve entonces cómo los vínculos escasos y débiles empobrecen la salud de las personas. El costo de este fenómeno es económico, social, humano. Por ello, para trabajar en pos del bien común y de la dignidad de cada persona, no debe renunciarse a abordar a la soledad tanto como una problemática del ámbito de la salud pública (invirtiendo recursos en el desarrollo de estrategias que combatan la epidemia de modo más sistematizado, a ejemplo de las propuestas vistas), como una problemática en los ámbitos privados, por medio de iniciativas de particulares que creativa y solidariamente se presten a atender y acompañar a quienes sufren a conciencia su aislamiento social.

Fuentes:

http://blogs.harvard.edu/billofhealth/2016/10/14/loneliness-as-epidemic/

http://www.nytimes.com/2016/09/06/health/lonliness-aging-health-effects.html?_r=0

 

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