«Nuevos tiempos, nuevas maternidades». Por Ana González Arévalo
Reproducimos a continuación un resumen del Trabajo Fin de Experto que presentó Ana González Arévalo, Psicóloga Clínica.
La organización de la sociedad en cada momento histórico ha generado distintos modos de sufrimiento frente a la imposibilidad de concebir: la expulsión del matrimonio en la antigüedad, la resignación en la cultura judeo-cristiana, y con la secularización y el desarrollo tecnológico el desplazamiento de las comadronas y la presencia del médico como garante del proceso de reproducción humana.
Las técnicas de reproducción asistida se utilizan en la actualidad no sólo en los casos de infertilidad, o cuando de manera inexplicable el embarazo no llega, sino también cuando un hombre o una mujer no quiere recurrir al encuentro de los cuerpos para acceder a la paternidad, ya sea por ausencia de pareja o por decisión del sujeto a solas. Es un hecho que se puede tener sexo sin hijos, y se puede tener hijos sin sexo.
Se ha escrito mucho acerca del vínculo entre una madre y un hijo desde la perspectiva biológica, médica e incluso desde la perspectiva psicológica. La mayoría de los modelos psicológicos explican el comportamiento humano apoyándose en el estudio de la personalidad, la conducta o las funciones psíquicas superiores en oposición a las funciones psíquicas animales. Sin embargo, lo que determina la subjetividad humana es el lenguaje, el deseo y una forma particular de satisfacción que va más allá de lo natural. Dentro de este panorama solo el psicoanálisis aporta una teoría de la subjetividad capaz de arrojar luz sobre el deseo y la angustia como los principales afectos que guían al sujeto humano. Así, recurre en muchas ocasiones al análisis de los mitos y las tragedias escritas en la antigüedad porque en ellos podemos captar toda la significación del devenir psíquico.
El mundo moderno empuja a la mujer a algo del ser y del tener que la aleja de su propia verdad subjetiva y la aliena a los ideales que funcionan como imperativos. No sólo hay una dificultad de las jóvenes a ocupar una posición femenina sino que la época alienta esta dificultad.
Este trabajo pretende analizar las nuevas formas de la maternidad en la época actual desde una perspectiva ontológica para poder afrontar el acto médico desde una posición ética. Para ello, se analizan los avatares propios del camino hacia la feminidad y se ponen en tensión distintos conceptos teóricos a la luz de ejemplos extraídos de la práctica clínica. Devenir mujer o madre puede estar determinado por posiciones subjetivas que hacen obstáculo a la manera de afrontar la vida de la buena manera.
Luís Manuel Estalayo (2010) describe como un padre eficaz a aquel “capaz de acoger a su hijo, nombrarlo y donarle la palabra”. En este sentido, todo hijo, biológico o no, debe ser “adoptado” simbólicamente para que sea constituido como tal sujeto y responsabilizarse de su futuro.
Jacques-Alain Miller en su artículo titulado “El niño entre la mujer y la madre” (2005) plantea que el niño es un deseo de la madre pero, aún así, puede ocupar un lugar donde la división subjetiva de la madre queda preservada y el deseo materno no se agota en él, de tal manera que pueda desear por fuera del hijo, también como mujer.
Solo cuando la madre puede inscribir al niño en su universo simbólico y puede nombrarlo, puede también nombrarse a sí misma como madre. Se haya gestado en el cuerpo de la madre o no, a un hijo siempre hay que adoptarlo.
Piera Aulagnier (1992) establece la diferencia entre deseo de hijo y deseo de embarazo. Para esta autora en el deseo de hijo el niño es visto como un objeto diferenciado de la madre. Por tanto, se despliega en un registro simbólico y presupone el reconocimiento de la castración materna. Este caso supone una ruptura de la posición narcisista y una renuncia al estado de fusión y completud con el hijo, por lo que existe un tercero que separa a la madre y el hijo -el padre-.
En la pasión de hijo la mujer quiere traer hijos al mundo, aun al precio de la autodestrucción. La verdadera madre es aquella capaz de dar absolutamente todo por su hijo, incluso su propia vida. Lacan utiliza el término “estrago”, del latin stragare (asolar, devastar), para describir el arrasamiento subjetivo que puede producir un “exceso de amor” de una madre por su hijo, que reflejaría lo más oscuro e impuro de la relación de una madre con su propia madre.
En la posición femenina podemos contraponer la posición de Yerma, en tanto toda-madre, frente a la posición de Medea, como toda-mujer. Cada una de ellas en su tragedia personal, ya sea por la esterilidad o la infidelidad, terminan matando al hombre que socava su deseo más íntimo.
La imposibilidad de concebir posee un carácter traumático para Yerma, que le lleva a permanecer fijada en ese punto, sin poder avanzar. Su marido es la víctima predestinada de la obra ya que Yerma le pide algo que él no puede dar y ese incumplimiento modifica su vida hasta conducirlo a la muerte a manos de su mujer.
Por su parte, Medea se siente ultrajada por Jasón, que la ha abandonado por otra mujer, y ejecuta su venganza matando a la otra mujer y a sus propios hijos. Este acto, de carácter absoluto y definitivo, tiene que ver con el sacrificio de lo que ella tiene de más precioso para abrir un agujero en el otro que no se pueda colmar. No hay límites en las concesiones que una mujer puede hacer por un hombre: cada una está preparada para realizarse como mujer en el no tener, definiendo el tener, como lo que puede perderse.
El abordaje de los dilemas éticos en la maternidad depende del lugar que ocupa el profesional implicado en cada situación. No es lo mismo tener que valorar la competencia de una pareja o un sujeto para hacerse cargo de otro sujeto -el niño- (por ejemplo en el caso de la adopción o en las propuestas recientes de algunas comisiones deontológicas de establecer comisiones evaluadoras para regular el acceso a las terapias de reproducción asistida o la maternidad subrogada) que determinar qué consejo médico se debe dar a un sujeto que enfrenta una decisión que cambiará su vida (caso del aborto o de la búsqueda de embarazo en personas con dificultades reproductivas). El primer caso sería un contexto evaluador, mientras que el segundo tiene una vertiente terapéutica.
Para el psicoanálisis no hay un bien trascendental ni imperativos universales, y si los hay son paradójicos.
No se puede tomar una decisión ética ante un dilema médico sin tener en cuenta la posición subjetiva del sujeto frente a lo que le ocurre. Conceptos como deseo de hijo, pasión de hijo, deseo de embarazo, posición femenina, metáfora paterna, la verdadera mujer o el estrago materno introducen una complejidad simbólica en el campo de la maternidad. No se debe reducir el debate al discurso de qué derechos deben prevalecer, los del niño o los de la madre. La dignidad humana no sólo se asienta sobre el derecho a la vida, sino también el derecho a tener una vida digna.
Para el psicoanálisis afrontar los dilemas éticos en la maternidad supone valorar la posición del sujeto frente a la maternidad en tanto tendrá consecuencias en la estructuración psíquica del sujeto por venir, así como no imponer los valores morales del médico al sujeto dividido por la duda de la decisión a tomar, entre otros motivos porque será ese sujeto el que tenga que sostener la decisión tomada a lo largo de su vida. Se trata de preservar su autonomía de juicio y responsabilidad frente a su deseo.
Hoy día es fundamental la seguridad en la red, sobre todo en páginas que requieren la introducción de datos confidenciales…