«Eutanasia Cero». Artículo del Dr. Fernández-Crehuet en revista «Diócesis», Málaga
Fuente: «Diócesis», nº del 16 de septiembre de 2018
Me ha parecido muy original la noticia reciente que un Ayuntamiento de la provincia de Málaga, proponga “eutanasia cero para los animales”. Vaya por delante que respeto a los animales, pero creo que este debería ser un programa, sobre todo para las personas.
Decía el sabio Pascal que la diferencia entre el animal y las personas es “infinitamente infinita”. La razón de esta diferencia se fundamenta en que solo las personas tenemos “dignidad”. La dignidad de la persona radica en el acto de ser, no es algo adquirido. No se es más o menos humano, ni más o menos digno, dependiendo de cumplir unos determinados parámetros. La persona, a diferencia de los animales, es única e irrepetible, no puede ser sustituida por nada ni por nadie, siempre es un fin en sí misma. Esta condición humana sólo puede ser correspondida con un respeto reverencial que en su máxima expresión se manifiesta en la capacidad de amar y ser amado.
Como decía Antonio Machado, “solo el necio confunde valor y precio”. Los animales tienen un valor biológico, que es distinto de la dignidad. Como seres vivos merecen siempre un respeto, pero este es limitado y subrogado a las personas. Prueba de ello es que, sin ningún reproche ético, los “utilizamos” para nuestra conveniencia como medios para una finalidad humana (alimentarnos, divertirnos, hacernos compañía, investigar, etc.), siempre con un obligado respeto y consideración. Pero determinadas circunstancias, enfermedades graves o contagiosas, abandono errante sin posibilidad de acogida, etc. se pueden/deben “eutanasiar” evitando su sufrimiento, con las debidas garantías de profesionales competentes.
La cultura del relativismo imperante y del emotivismo actual ha transformado el valor de la comparación, animal vs. persona, hasta el punto de proponer eutanasia cero para animales y simultáneamente eutanasia libre para los humanos.
Cualquier médico ante el dilema ético de la eutanasia tiene una respuesta aprendida en la Facultad de Medicina. El busto del viejo Hipócrates a la entrada de nuestro centro universitario recuerda el viejo precepto: “donde hay amor por el arte de la medicina hay también amor por el hombre”, con ello se rememora de forma permanente el primer principio de la ética médica “primun non nocere” (ante todo no hacer el mal). Con ello quiero resaltar que el núcleo fundamental de la formación académica está muy lejos de aceptar la eutanasia.
Conozco experimentos en la Faculta de Ciencias, de la UMA, en los que a los peces, para poder sacarle sangre, se les pone anestesia para evitar que les duela. Defiendo a ultranza que los animales sean respetados, evitando su tortura y sufrimientos. ¡Aunque a este paso, los animales nos van a llevar ventaja con la implantación de los cuidados paliativos!
Dice el Dr. Jacinto Batiz, que “un Gobierno que antes de desarrollar programas de cuidados paliativos acometa una legislación sobre la eutanasia comete una frivolidad y hasta una irresponsabilidad”. Estadísticas recientes nos presentan datos desoladores: 308.000 pacientes y sus familias necesitan atención paliativa cada año en España; se estima que de éstos, al menos 75.000 pacientes necesitan cuidados paliativos avanzados y no los reciben, muriendo por tanto con un sufrimiento intenso y totalmente evitable.
Sinceramente, no me gustaría darle la razón al sabio Ortega cuando escribía en los años cincuenta que «La colosal paradoja de estos decenios es que el gigantesco progreso de la cultura ha producido un tipo de hombre como el actual, indiscutiblemente más bárbaro que el de hace cien años».
Joaquín Fernández-Crehuet Navajas
Catedrático de Medicina Preventiva.
Universidad de Málaga