El aborto, la ciencia y la ética

Manuel González Barón es director honorario de la Cátedra de Oncología y Medicina Paliativa de la Universidad Autónoma de Madrid.

Fuente: ABC.es   3 junior 2022.

Siempre que vuelvo a leer el juramento hipocrático me vienen a la memoria recuerdos de cuando era niño. Leyéndolo aprendí a amar la vida de las personas que se abandonan en las manos del médico y a luchar por ellas. Cuando más tarde fui a Cádiz a estudiar la carrera en la Facultad de Medicina, en el frontispicio del anfiteatro del antiguo edificio, leía a menudo dicho juramento.

En la Facultad aprendí los conceptos éticos de esta noble y grandiosa profesión, proclamados 700 años antes de Cristo, perfectamente vigentes y que se resumen en que la vocación de médico no es la de suprimir la vida, sino la de conservarla y favorecerla al máximo. «Somos médicos y técnicos de la sanidad para devolver la salud, no para asesinar», así termina el manifiesto sobre el respeto a la vida humana, firmado por más de 100.000 médicos de más de 30 países, que forman parte de la Asociación Mundial de Médicos.

Quienes defienden y postulan leyes que permiten o favorecen abortos se definen a sí mismos como progresistas, como Emmanuel Macron, actual presidente de Francia, que ha propuesto que se incluya el aborto como un derecho humano de la propia Unión…

Qué pensarían hoy los llamados padres fundadores de Europa, Jean Monet , Robert Schumann, Conrad Adenauer, Alcide de Gasperi y Paul Henri Spaak, cuando su idea de una Europa unida está asentada sobre los tres pilares clásicos de nuestra civilización: el derecho romano, la cultura grecorromana y la religión cristiana. Ciertamente se volverían a morir de la indignidad al comprobar que 65 años después de la fundación de la Unión, el principio básico y derecho fundamental de ser humano -la protección de la vida humana- queda en entredicho una y otra vez al antojo de los progresistas de micrófono y altavoz.

Frente al aborto no hay nuevos derechos de una madre, como pretende imponer la nueva ley que se quiere aprobar en España. Ni dudas éticas. Como sostenía el maestro de la Ética Médica, Gonzalo Herranz, «estos problemas son, en la mayoría de los casos, problemas de ignorancia».

No es necesario tener formación específica en Embriología, para saber que el nuevo ser que la madre lleva dentro no es «una tumoración uterina» parte de su cuerpo, sino una criatura que -teniendo vida propia- es ella, la madre, la primera responsable de su existencia, de su desarrollo y de su maduración.Y esto ocurre irremisiblemente en el ser humano y en todos los mamíferos, pues es un proceso biológico animal.

Desde el momento en que se produce la unión de las dos células, una de su padre y otra de su madre, ese ser humano posee una individualidad genética perfectamente establecida que preside su propio destino, siempre que se le deje.

Como explicaba incansablemente Jerome Lejeune, el genetista francés, pediatra y descubridor de la trisomía del 21, a los 15 días de retraso de la regla de una mujer ese ser mide 4 milímetros y medio, lleva una semana con un corazón que late y tiene esbozados sus brazos, piernas, cabeza y cerebro.

Al mes y medio, mirándolo con mucho aumento, un detective distinguiría en el pulpejo de sus dedos la matriz de las huellas dactilares, y durante un período de nueve meses irá desarrollándose dentro de su madre: bizquea y cierra los puños, frunce las cejas, aprieta los labios, sonríe y abre la boca, y toma un trago de líquido amniótico, se chupa un dedo… Cuando nazca, seguirá dependiendo de los cuidados de su madre, también de su padre, y demandando su protección. 

Particular interés presentan recientes estudios del dolor fetal, como señala Francisco Reinoso, anestesiólogo y jefe de la Unidad de Dolor Infantil en el madrileño Hospital La Paz, quien indica que 

«a las pocas semanas el feto va disponiendo de las estructuras nerviosas necesarias para percibir o sentir, transmitir y procesar, el dolor pero no ha desarrollado aún -pues esto ocurre una vez nacido- los sistemas neurológicos que modulan y controlan ese dolor, por lo que el dolor del feto es muy intenso», y esto nadie se lo explica a la madre cuando se realiza un aborto. El dolor que es capaz de soportar y sufrir un feto es terriblemente intenso.

En este sentido también se ha pronunciado el Colegio Americano de Pediatría (2021), que tras estudiar estos aspectos de la cronobiología del dolor señala que es poco ético dañar intencionadamente a un ser humano en gestación pues hay evidencia clínica y de laboratorio que establece científicamente que desde la semana número doce, la exposición a estímulos nocivos afecta negativamente a los seres humanos inmaduros, incluso cuando ya son adultos. Concluye además que evitar, mitigar y tratar directamente el dolor fetal neonatal y pediátrico es una obligación médica y ética de cualquier profesional.

Además esta ley, injusta y sectaria, contempla la elaboración de un listado de objetores de conciencia sanitarios que trabajan en hospitales públicos. La elaboración de estas listas de profesionales objetores es una manera de coaccionar y estigmatizar al profesional, a quien a la larga le será más difícil progresar en su carrera profesional. Más lógico y equilibrado sería realizar un listado de médicos y sanitarios proabortistas a los que acudir en primer lugar en caso de necesitarlo.

Nos podemos preguntar cuándo ese ser que hemos seguido desde el principio es ya un hombre. La ciencia afirma que hay un ser humano desde el momento de la fecundación. La mayoría de los científicos especializados subrayan que no hay discontinuidad, y sí solamente un proceso de desarrollo y maduración hasta la plenitud, aunque no siempre se consigue. En España, más de 100.000 niños mueren al año en el seno de sus madres. Como diría Julián Marías, filósofo y ensayista español, «con el tiempo, el aborto será considerado la mayor barbaridad y crimen que la humanidad ha ocasionado en todo su historia

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