“Las personas más felices han tenido la inteligencia, la virtud y la suerte de desear cosas buenas”

(Ref Aceprensa.com. Entrevista)

Luis Gutiérrez Rojas (Granada, 1977) es psiquiatra. Ejerce en el Hospital Universitario San Cecilio y es profesor de Medicina en la capital de la Alhambra.

Ciencias y letras. Su libro La belleza de vivir (Ciudadela) va por la séptima edición y en la segunda semana de enero sale a la luz Vivir más libre. Dos bombonas de oxígeno.

Como especialista en monólogos terapéuticos, hace veinte años quedó finalista en el Club de la Comedia y su fama de humorista colea hasta hoy.

Estamos en la estación de Atocha. Madrid. Personas y maletas. Gente que sube y gente que baja. Emociones. Ilusiones. Decepciones. Escalones de inercia, vías, trenes que se alejan. Humo sin carbón. Mujeres y hombres. Cabezas y corazones. Ritmo. Prisa. Relojes. Preocupaciones. Rumbo. Amores en destino. Mariposas en el estómago. Éxitos. Fracasos. Alegrías y dolores. Horizontes y persianas. Popurrí de colores, olores y clases. Rutina de idas, venidas, pasos alegres, miradas tristes. Hierro, ladrillo y cristal. Luz y oscuridad. Microclima de la vida misma.

Paseamos por el invernadero tropical buscando el brillo al final del túnel. La belleza de vivir está iluminando muchas vidas. Ahora que la Organización Mundial de la Salud alerta sistemáticamente de que las enfermedades mentales son una pandemia más cercana de lo que queremos admitir, conviene empezar el año descorchando este champán de sabiduría destilada entre la preparación intelectual, la práctica clínica, la experiencia, el sentido del humor, la dura vida de otros, la literatura, la escritura y los espejos.

— La belleza de vivir arranca con estas letras de Séneca: “Todos los hombres quieren ser felices, pero al ir a descubrir lo que hace feliz la vida, van a tientas”. Después de tantos años, no hemos conseguido aclarar las claves de nuestra meta. Es curioso.

— Siguiendo la línea de Séneca, si nos preguntamos honestamente qué nos hace más felices, nos daremos cuenta de que la respuesta conlleva esfuerzo. La virtud, que es atractiva, porque nos hace mejores, es costosa. El vicio, que nos perjudica y nos hace peores, es más asequible.

— No es que vayamos a tientas a la meta, sino que vamos a tientas a esforzarnos por llegar a la meta.

— En la vida conviven cientos de paradojas. Para encontrar la felicidad debemos tener capacidad de soportar el dolor, y disfrutar de un amor auténtico exige renuncia y compromiso. Es paradójico que para alcanzar la verdadera libertad debamos decir que no a muchísimas cosas. El trayecto de la vida no es claro, y por eso vamos a tientas.

— Viene al caso la otra cita que leemos en el libro antes de abrir sus páginas, en este caso de Benigni: “La vida, a veces duele, a veces cansa, a veces hiere. No es perfecta, no es coherente, no es eterna, pero, a pesar de todo, la vida es bella”. La imperfección es la realidad y la realidad puede ser maravillosa, pero nunca impoluta.

— Un gran problema contemporáneo, agravado por el alcance de las redes sociales, es la expresión de un mundo que refleja solo vidas maravillosas: amores sin fisuras, familias ejemplares rodeadas de niños estupendos… A la opinión pública no llega la otra cara de la moneda, que cada uno vive personalmente. Querer a alguien a largo plazo es complicado. Querer a los hijos sale solo, pero a veces te hacen sufrir. En el libro reivindico que la belleza de vivir está unida a cuestiones que aparentemente son negativas o malas, pero no lo son.

“En la consulta se observa que quienes tienen respuestas al misterio del dolor lo sobrellevan de manera más sana”

— ¿Cómo se palpan esa aspiración eterna a la felicidad y el dolor de la vida misma en una consulta de Psiquiatría?

— La consulta de Psiquiatría aborda el sufrimiento más interno de los seres humanos, que es el que puede hacer que se pierda la ilusión por vivir. El dolor aparece siempre en la vida, lo importante es si estamos preparados para darle un sentido. En un mundo cristiano, la fe ofrece respuestas. En una sociedad pagana esas contestaciones no gustan o no se aceptan. Ante el dolor, la muerte, el drama, la pobreza o la enfermedad, el hombre necesita encontrar porqués más auténticos. En la consulta se observa que quienes tienen respuestas al misterio del dolor lo sobrellevan de manera más sana.

— Dedica sus páginas “a todos aquellos que buscan la felicidad allí donde no se encuentra”. ¿Dónde no se encuentra nunca?

— Vivimos en un mundo con un clarísimo anhelo de eternidad. Lo vemos todos los días y constantemente. Todos buscamos ideales que nos trasciendan, aunque a veces nos equivoquemos en el camino. ¿Dónde no se encuentra nunca la felicidad? En el culto exclusivo al cuerpo, en la absolutización del placer, en el poder… No hay nada que dé más satisfacción que el amor.

— ¿La felicidad solo se encuentra en la esfera espiritual del ser humano?

— El cristianismo es una religión en la que el Hijo del Hombre dice ser Dios, y que Dios es Amor. No es dolor, ni fe, ni felicidad, sino Amor. ¿Qué es el amor? Porque el amor nos atrae a todos. Los clásicos y los poetas ya asentaron una verdad universal: el amor es una rosa con espinas. Huele muy bien, pero pincha, duele. Queremos amores sin espinas, relaciones sin compromiso y darnos con cuentagotas, pero ese camino es infecundo. Cada cual deberá saber qué amor busca y cómo lo busca. Probablemente en ese viaje de conexión se tope con la felicidad real.

— Cita un verso de Miguel d’Ors que dice: “La felicidad consiste en no ser feliz y que no te importe”. ¿Qué diferencia hay entre no ser feliz y ser una persona triste?

— Es una definición un tanto deprimente y la utilizo como paradójica para hablar de las luces y las sombras, porque tiene una lectura interesante. La persona feliz es aquella que no está obsesionada por su felicidad personal. Aunque no sea feliz todo el rato o haya momentos en los que no es feliz, no le importa, porque se preocupa mucho más de la felicidad de los otros. ¿Quién es el triste? Aquel que, al no encontrar la felicidad, se revuelca y se regodea en esa ausencia cayendo en el pesimismo: soy un desgraciado, qué mala suerte tengo, nadie me quiere, todo el mundo está en mi contra, siempre me siento solo, todo el mundo va a su bola… Si esa persona se preocupara por hacer felices a los demás en vez de quejarse, encontraría la felicidad.

— Me ha parecido leer en el libro que existe una sana dosis de tristeza que equilibra nuestra vida.

— La película Inside Out nos cuenta la historia de una chica que madura a través de la tristeza. Muchos artistas relatan que sus etapas depresivas han sido las más creativas, porque la tristeza, el dolor, el sacrificio y el mal nos ayudan a entender mejor cómo es la naturaleza humana. La tristeza puede ser una campana que golpea, pero para cambiar las cosas es necesaria una cierta esperanza.

— “Es muy difícil encontrar tristeza en quien quiere cambiar las cosas”, señala usted.

— El problema del triste, del pesimista, del desesperanzado es que ha arrojado la toalla, y esa actitud es muy habitual en nuestro tiempo: por eso suben las tasas de suicidio, porque mucha gente cree que ya no hay nada que hacer. Esa actitud no la encontrarás en quien quiera cambiar las cosas. Lo que nosotros hacemos supone una gota en el océano, pero poner de nuestra parte para mejorar lo que nos rodea nos ayuda a abandonar el pozo de la desesperación que, en el fondo, es una excusa más para no movernos.

“La positividad tóxica del universo Mr. Wonderful es completamente negativa, inhumana y falsa”

— “No hay nadie más insoportable que aquel que no ha sufrido nada”. Escapar del sufrimiento en busca de la felicidad, explica usted, es huir hacia adelante.

— Esta sociedad ha tenido un acceso muy fácil al bienestar, a la cultura, a la seguridad, a la sanidad… Nunca hemos vivido tanto. Nunca hemos tenido más posibilidades que ahora. Y, sin embargo, no creo que podamos decir que nuestra sociedad es feliz. Mi impresión es que, paradójicamente, la sociedad que habitamos está mentalmente peor, y eso tiene que ver con que hemos sufrido poco. La gente que va a África siempre dice lo mismo: son felices sin tener nada. Son felices porque han sufrido, y disfrutan y valoran más las cosas buenas.

— Dice que gran parte del trayecto de la vida hay que hacerlo “apretando los dientes” y “a contrapelo”. Walt Disney no nos ha preparado para esto…

— La positividad tóxica del universo Mr. Wonderful –todo es maravilloso, al mal tiempo, buena cara; love is in the air, nada es imposible, todo depende de ti, puedes conseguir lo que te propongas, si no lo logras es porque no lo deseas…– es completamente negativa, inhumana y falsa. La vida buena cuesta esfuerzo. No podemos controlarlo todo. Estamos condicionados física y psíquicamente, y esas limitaciones son las que nos obligan a ir por la vida, a veces, a contrapelo, aunque el virtuoso, cuando adquiere el hábito, hace el bien con menos esfuerzo, pero al principio siempre cuesta, como vemos en quien hace deporte, en quien come sano, en quien lee mucho…

— Dice: “No podrá ser feliz aquel que no tenga completo autodominio de sí”. La felicidad y el autocontrol son pareja de hecho, y no me lo esperaba.

— Teniendo en cuenta que el autocontrol no es la perfección ni el dominio absoluto de nuestras pasiones, sí parece objetivo que el que hace lo que quiere hacer, o lo intenta, encuentra felicidad. Las sociedades que han conseguido todo de manera fácil y a corto plazo, pierden el hábito de tener que apretar los dientes y esforzarse. Hay gente que quiere estudiar, pero no puede. Otros quieren ser fieles, pero les parece imposible. Algunos anhelan levantarse temprano, pero sucumben diariamente. Son personas que han perdido el dominio de su conducta y, por lo tanto, no son libres. La infelicidad que caracteriza nuestro tiempo tiene que ver con esta falta de libertad.

— “El hombre feliz sabe en qué debe luchar”. ¿La felicidad es una batalla a conciencia?

— Es, sobre todo, saber dónde tengo que poner el acento. Todos tenemos un talón de Aquiles. A todos nos aprieta el zapato por algún sitio. Una persona feliz es la que lucha por ser mejor y se enfrenta a su defecto.

— En el camino erróneo de la felicidad habla de la “hipertrofia afectiva”, “la montaña rusa de las emociones” y “el capricho de los gustos”. Los efectos especiales no son la columna vertebral.

— Todos tenemos unas emociones, unos gustos, unas apetencias. La manera de crecer en libertad y afrontar la vida de forma más placentera y feliz es lograr que no nos dominen ni las emociones, ni los gustos, ni las apetencias. Así dejo de estar limitado. La hipertrofia afectiva que se palpa en la calle es de tal calibre, que hasta identificamos la verdad con lo que yo siento. Todo eso genera un vaivén permanente y nos conduce hacia una montaña rusa de sufrimiento, porque los sentimientos son profundamente traicioneros.

“Cuando uno reconoce un defecto y lo acepta como parte de su yo, sufre poco y con humor, no con pesadumbre”

— Sobre el capricho de los gustos, destaca algo lapidario: “El placer puede ser homicida”.

— La idea de que el placer puede devorarnos es algo que los clásicos expresan en muchas de sus páginas. Los placeres son buenos, porque es bueno que el mundo sea placentero, pero debemos ser capaces de evitar que nos dominen y de decir que no. El que se domina a sí mismo, domina al mundo.

— “Una manera sencilla de alcanzar la felicidad es reírse de uno mismo”. ¿Algunos trucos para incorporar a nuestro modo de ser?

— Uno personal: no pronuncio la erre y me llamo Luis Gutiérrez Rojas… Cuando uno reconoce un defecto físico, psíquico, o algo que hace mal, y lo acepta como parte de su yo, sufre poco, y lo hace con humor, no con pesadumbre. Soy así. Trataremos de mejorar. La persona que se enfada cuando le señalas un defecto es patética. No aceptar las propias limitaciones es ridículo.

— Pensamiento universal paternal: “Aspiro a que mis hijos sean felices”. ¿Cómo evitamos que la tiranía de la felicidad tenga un efecto bumerán para los hijos, y sean todo lo felices que puedan, aunque no sean todo lo felices que nosotros deseamos?

— Todos aspiramos a que nuestros hijos sean felices, pero igual nos equivocamos en lo mismo que erramos con nosotros mismos: les colocamos la felicidad donde no se encuentra. ¿Es posible que nuestros hijos sean felices sin palpar el dolor? Es absurdo. No tengamos miedo a decirles que no, a que les falten cosas, o a que padezcan una ruptura afectiva. La mejor manera que tenemos para conseguir que sean felices es ayudarles a encontrar el sentido de la realidad.

— “Al hombre maduro, profundo, inteligente, al hombre llamado a alcanzar la auténtica felicidad, no le queda más remedio que ponerse a dudar”. ¿La felicidad no está en la férrea seguridad ante todo?

— El que sabe todo acerca de todo o es un fanático, o un ignorante. Todos experimentamos que, mientras avanzamos en la vida, cambiamos de opinión en algunos aspectos, también porque la propia experiencia de la vida nos pone en nuestro sitio. Cambiar la manera de ver las cosas es un síntoma de salud mental. Eso no quiere decir que los principios se tambaleen. Escuchar otras visiones, entender al que piensa distinto y poner en duda nuestros argumentos es una actitud que nos hará más felices.

— ¿Qué relación existe entre mundo desarrollado, Estado del Bienestar y sociedades inmaduras?

— Hoy vivimos más, estamos más sanos, tenemos más acceso al desarrollo, y eso es muy positivo. El efecto secundario es recibirlo sin habérnoslo ganado. Todos somos conscientes de que valoramos menos lo que nos dan gratis. Si lo tenemos todo a golpe de clic, es fácil que florezcan personalidades profundamente egocéntricas, inmaduras, inestables, impulsivas, adictivas e incapaces de manejar las frustraciones ordinarias.

— ¿Existen razones de dependencia entre la crisis de natalidad de Occidente y el aumento de las tasas de insatisfacción/infelicidad vital?

— Lo más importante para alcanzar la felicidad es el amor. Lo normal entre dos personas que se aman es que tengan hijos, que son consecuencia natural de ese amor, salvo que existan enfermedades de por medio. Si nos va tan bien, somos tan felices y tenemos tanto dinero, ¿por qué tendemos al suicidio demográfico? El invierno demográfico de Europa es inédito en la historia de la humanidad. Todas las civilizaciones han crecido, o se han extinguido, porque han sido absorbidas, pero nunca se han suicidado. Sería bueno pensar por qué tenemos tan pocos hijos.

“Si nos va tan bien, somos tan felices y tenemos tanto dinero, ¿por qué tendemos al suicidio demográfico? Sería bueno pensar por qué tenemos tan pocos hijos”

— “Si queremos alcanzar una felicidad duradera, debemos analizar cómo son nuestros deseos”. ¿Cómo se hace eso para que el resultado sea eficaz?

— Los deseos expresan qué queremos hacer con nuestra vida. Educar es domesticar el deseo. El matrimonio es conseguir que los deseos de ambos coincidan. El deseo bueno aspira a lo trascendental: lo bello, lo bueno, el bien. Cuando mis deseos se agotan en lo que me apetece, en mi descanso, mi bola y mi placer, nos acaban empequeñeciendo. Desear es muy noble y muy bueno. Las personas más felices son aquellas que han tenido la inteligencia, la virtud y la suerte de desear y lograr cosas buenas.

— En la felicidad tiene una importancia neurálgica nuestra relación con los demás. Escribe: “Las personas felices aman a los demás sin estar obsesionados en cambiarlos”.

— Forma parte de la convivencia la oportunidad de ayudar a las personas para que sean mejores, pero los matrimonios que funcionan no son los que se corrigen constantemente, sino los que se aman, y amar significa “le quiero como es”. Aceptarnos y aceptar a los demás como son es un hito clave en el camino hacia la felicidad. Condicionar nuestra felicidad al cambio de los que nos rodean nos lleva a la infelicidad y, además, destruye muchas familias.

“Queremos amores sin espinas, relaciones sin compromiso y darnos con cuentagotas, pero ese camino es infecundo”

— Anima a evitar la tiranía de la empatía en un mundo en el que la empatía ya es innegociable…

— La empatía es buena, pero, ojo, porque solo tiene sentido si el amor es jerárquico y ordenado. Los que son profundamente empáticos con quienes no conocen o se echan encima el sufrimiento de todas las personas que les rodean, padecen mucho y no hacen el bien. Lo importante es ser auténticamente empáticos con quienes tenemos más cerca. Cuando estoy con alguien que lo pasa mal, me concentro al máximo en ayudarle, pero después no estoy todo el día pensando cómo estará, porque si no, esa empatía nos destruye. Hay personas que se quedan hechas polvo con una mala noticia en el telediario. ¿Para qué sirve eso? Para sufrir gratuitamente. ¿Cambian algo? Absolutamente nada.

— En su libro habla de otras obras literarias que le han hecho pensar, como Sobre la felicidad (Séneca), El hombre en busca de sentido (Viktor Frankl), El retrato de Dorian Gray (Oscar Wilde), El Conde de Montecristo (Alejandro Dumas), Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer (David Foster Wallace), Voces de Chernóbil (Svetlana Aleksiévich), Ortodoxia (Chesterton), Momo (Michael Ende), Hernán Cortés (Salvador de Madariaga), Alicia en el País de las Maravillas (Lewis Carroll), El silencio creador (Federico Delclaux), Carta al padre (Kafka), La conquista de la felicidad (Bertrand Russell)…

— La literatura es el arte que más nos acerca a la verdad antropológica de lo que somos. Los clásicos y los buenos libros nos ayudan a saber cómo es el ser humano. Con más lecturas nos escandalizaríamos menos ante el sufrimiento de la vida y evitaremos caer en la desesperanza. La mejor manera de cultivar la esperanza es leer libros de Historia. La buena literatura nos ayuda a entender a los demás, a conocernos a nosotros mismos, y a desdramatizar.

— ¿Qué propósitos de año nuevo pueden, de verdad, hacer más bella y feliz nuestra vida?

— Disfrutar con lo que somos y tenemos, y ponernos propósitos para mejorar la vida de las personas que nos quieren. Así, 2023 será un año lleno de la real felicidad posible.

Álvaro Sánchez León

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